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Redes sociales y usos cognitivos del fútbol en directo

La digitalización ha reconfigurado la forma en que consumimos fútbol, facilitando una inmersión completa en los eventos deportivos. Las redes sociales, en particular, se han convertido en el eje central de la interacción y participación en tiempo real durante los partidos. Plataformas como Twitter, Instagram, y Facebook no solo permiten a los aficionados seguir los partidos minuto a minuto, sino también participar activamente en la conversación colectiva, ofreciendo un espacio donde se pueden compartir opiniones, crear memes, responder encuestas, y hasta discutir tácticas o decisiones arbitrales con otros usuarios.
Este tipo de interacción va más allá del simple consumo de contenido; el espectador pasa a convertirse en un prosumidor, un término acuñado por Alvin Toffler (1980) para describir a aquellos usuarios que no solo consumen contenido, sino que también lo producen. Este fenómeno refleja cómo las audiencias activas se apropian de los medios para satisfacer sus necesidades cognitivas, como la búsqueda de información o la formulación de opiniones críticas (Katz, Blumler y Gurevitch, 1973). Durante un evento deportivo, por ejemplo, los seguidores no solo reciben información de los medios tradicionales, sino que también participan activamente en la interpretación de los hechos. Las plataformas digitales permiten a los aficionados un análisis en tiempo real que es complementado con estadísticas compartidas, videos de jugadas y comentarios sobre las decisiones de los árbitros, lo que proporciona una experiencia más rica y dinámica que el simple acto de ver el juego.
Este dinamismo en las redes sociales también ha impulsado una nueva forma de comunicación bidireccional entre medios y público. Los comentaristas de plataformas como DAZN, por ejemplo, ya no solo informan sobre el partido; también integran comentarios de los usuarios, reacciones y opiniones compartidas en tiempo real. Este flujo continuo de comunicación y retroalimentación redefine la relación entre el aficionado y el evento, transformando la tradicional jerarquía entre emisor y receptor.
A pesar de que las redes sociales permiten una mayor cercanía y participación de los aficionados, también presentan un desafío. Si bien se está democratizando el acceso a la información, los medios tradicionales y las instituciones deportivas siguen jugando un papel central, siendo los principales productores de contenido oficial. Se calcula que un 35% de los mensajes que circulan en redes sociales durante los eventos deportivos provienen de estos medios clásicos (prensa, televisión, radio), mientras que el 30% restante es generado por clubes y gabinetes de comunicación. Este ecosistema mixto de comunicación tradicional y digital crea una estructura más horizontal, pero también puede generar fricciones en cuanto a la credibilidad y el control de la información.

Homofilia digital e innovación tecnológica en el fútbol

El concepto de homofilia digital, o la tendencia de los individuos a asociarse con aquellos que comparten sus intereses o puntos de vista, juega un papel crucial en la adopción y discusión de nuevas tecnologías en el deporte. La teoría de la difusión de innovaciones de Rogers (2003) explica cómo las tecnologías y prácticas nuevas son inicialmente adoptadas por los “innovadores” que se caracterizan por su apertura, cosmopolitismo y capital cultural elevado. Sin embargo, para que una innovación se generalice, debe ser respaldada por un entorno social que valide su uso. En el contexto del fútbol, este proceso se amplifica en las redes sociales, donde las innovaciones como el VAR se ven rodeadas de un intenso debate.
La aceptación del VAR, por ejemplo, ha sido un caso paradigmático de polarización tecnológica. En los círculos donde se valora la precisión y la justicia del arbitraje, el VAR es visto como una innovación necesaria. Sin embargo, en otros entornos, donde la espontaneidad y el carácter humano del fútbol son esenciales, el VAR se percibe como una distorsión que elimina la "magia" del juego. La homofilia digital refuerza estas divisiones, ya que los usuarios tienden a seguir y reforzar las opiniones de aquellos que ya comparten sus perspectivas. Así, en lugar de existir un espacio común de reflexión, se crean “cámaras de eco” donde las opiniones y creencias se fortalecen, y cualquier cambio de postura se hace más difícil.
Este fenómeno también afecta el modo en que se defiende o se rechaza la adopción de nuevas tecnologías. Por ejemplo, no es lo mismo apoyar el VAR desde una perspectiva tecnocrática (enfocada en su funcionalidad) que desde una perspectiva emocional (basada en el amor a un equipo o la nostalgia por el fútbol tradicional). Este último enfoque enfatiza el valor simbólico y cultural del juego por encima de la eficiencia técnica, lo que subraya la conexión emocional entre los aficionados y el deporte.

Inteligencia artificial: precisión mecánica versus sensibilidad humana

El uso de inteligencia artificial (IA) en el fútbol ha generado un debate sobre sus implicaciones en la autenticidad del juego. A pesar de que la IA puede procesar grandes volúmenes de datos (como la distancia recorrida por los jugadores, la precisión de los pases o los patrones de juego), no tiene la capacidad de interpretar el contexto emocional o la complejidad de la experiencia humana durante un partido. Mientras que las máquinas pueden predecir jugadas basadas en datos, no pueden anticipar la creatividad o la intuición que un jugador humano puede tener al realizar una jugada imprevisible.
El VAR es un ejemplo claro de cómo la IA, al carecer de sensibilidad humana, puede producir resultados que, aunque técnicamente correctos, no reflejan la esencia del juego. Por ejemplo, en situaciones de fuera de juego por milímetros, la IA puede marcar una infracción, pero no puede comprender si ese fuera de juego afecta verdaderamente al desarrollo del partido. El fútbol, en este sentido, se aleja de la máquina y regresa a la imprevisibilidad humana, que es precisamente lo que lo hace atractivo.
La IA, por su naturaleza, se basa en estructuras preexistentes y patrones del pasado, y aunque puede ser eficaz en la recopilación y análisis de datos, carece de la capacidad para crear o innovar de forma genuina. El fútbol no se rige solo por la repetición de patrones, sino por momentos imprevisibles, por la estética de la jugada o el “sentimiento de la forma” que Bergson (1911) describe como la capacidad humana para percibir lo inesperado y novedoso. Estos momentos irrepetibles —un regate espectacular o un gol sorpresivo— son imposibles de modelar a través de la lógica algorítmica, ya que su belleza radica en su espontaneidad.

Hacia una integración ética y estética de la tecnología en el deporte

No obstante, esto no implica que la tecnología deba ser rechazada, sino que debe ser integrada de manera ética y crítica. Las innovaciones como la inteligencia artificial (IA), el big data y el análisis de rendimiento tienen un enorme potencial para mejorar la formación de los jugadores, optimizar la preparación física y ofrecer análisis tácticos más profundos y detallados. Estas herramientas pueden ayudar a los entrenadores a comprender mejor los aspectos físicos y estratégicos del juego, identificar áreas de mejora y predecir tendencias futuras en el rendimiento. Sin embargo, el verdadero reto radica en cómo utilizar estas herramientas sin que reemplacen el juicio humano, la intuición o la capacidad creativa que son esenciales en el deporte.
El problema surge cuando la tecnología se convierte en el árbitro supremo, desplazando la intuición humana y el juicio de los entrenadores y jugadores. Aunque la IA tiene la capacidad de procesar grandes cantidades de datos con velocidad y precisión, no puede captar el contexto emocional, la psicología del jugador ni la atmósfera única que genera cada partido. El fútbol es un deporte profundamente humano, y las decisiones que se toman sobre el campo de juego a menudo involucran factores intangibles como el espíritu de equipo, la motivación, la capacidad de adaptarse a lo inesperado y la conexión emocional con el público. Si se permite que la tecnología sustituya el juicio humano, se corre el riesgo de deshumanizar el deporte y reducir su riqueza simbólica y emocional.
En este sentido, la tecnología debe estar al servicio del juego, no por encima de él. La IA y el VAR (sistema de asistencia arbitral por video) pueden mejorar ciertos aspectos técnicos, como garantizar decisiones más justas o proporcionar información más detallada sobre el rendimiento de los jugadores, pero su uso debe estar guiado por una comprensión profunda de los valores que hacen único al deporte. En el caso del fútbol, estos valores incluyen la emoción del juego, la creatividad y la imprevisibilidad, que son las claves de su encanto. Las jugadas inesperadas, las sorpresas, los momentos de genialidad y el errar humano son parte de lo que hace que este deporte sea tan universalmente atractivo.
Es fundamental que la tecnología se utilice para complementar, no reemplazar, estas cualidades humanas. En lugar de imponer una visión fría y calculadora sobre el juego, las herramientas tecnológicas deben ser diseñadas para asistir a los jugadores y entrenadores en su toma de decisiones, liberándolos de tareas repetitivas o mejorando su capacidad de análisis, pero nunca sustituyendo el factor humano que define al fútbol. Por ejemplo, el uso del VAR debe limitarse a situaciones en las que se precisa un análisis técnico para aclarar hechos específicos, como una posible jugada de fuera de juego o un penalti claro. Sin embargo, no debe interrumpir el flujo natural del juego ni reemplazar el juicio de los árbitros en situaciones que impliquen interpretación o matices emocionales, que siguen siendo inherentes a la naturaleza del fútbol.
En definitiva, la integración ética de la tecnología en el fútbol debe garantizar que la esencia del deporte se preserve. La tecnología puede enriquecer la experiencia, pero siempre debe ser utilizada de manera que respete los principios fundamentales del fútbol: la emoción, la creatividad, la interacción humana y la imprevisibilidad. Solo así podremos lograr un equilibrio entre la precisión técnica y la magia que solo el fútbol puede ofrecer, asegurando que el deporte siga siendo un espacio para la expresión humana, incluso en un contexto cada vez más digital y automatizado.

Comunicación directa: clubes, competiciones y espectadores conectados

La digitalización y el uso generalizado de redes sociales han transformado radicalmente la forma en que los aficionados interactúan con el fútbol, permitiendo una comunicación directa y constante entre clubes, competiciones y seguidores. Este cambio ha reconfigurado las relaciones tradicionales, anteriormente mediadas por los medios de comunicación masivos. Plataformas como Twitter, Instagram, Facebook y TikTok han brindado a los clubes la posibilidad de no solo transmitir información sobre los partidos, sino también de establecer una conexión más personal y continua con su base de aficionados. A través de estos canales, los equipos pueden compartir contenido exclusivo como entrenamientos, entrevistas, vídeos detrás de cámaras e incluso opiniones de jugadores y entrenadores, creando una narrativa que va más allá de los partidos en sí mismos. Este enfoque permite a los clubes humanizarse, ofreciendo una versión más accesible y cercana de su identidad, lo que puede fortalecer el vínculo emocional con los seguidores.
Además, este tipo de comunicación directa también ha provocado una mayor democratización del acceso a la información. Los aficionados ya no dependen exclusivamente de los medios tradicionales para obtener noticias y actualizaciones. Las plataformas sociales permiten una circulación rápida y directa de contenidos, lo que les otorga a los seguidores un control más amplio sobre el tipo de información que desean recibir y cómo quieren interactuar con su equipo favorito. En lugar de esperar por el análisis de expertos en televisión o radio, los seguidores pueden acceder a estadísticas detalladas, análisis tácticos y reacciones en tiempo real desde diversas fuentes, incluidos otros aficionados. Esta forma de interacción permite a los seguidores formar parte activa del proceso comunicativo, adoptando el rol de prosumidores (creadores y consumidores de contenido), lo que aumenta su participación y satisfacción al poder contribuir en la creación de significado en torno a los eventos deportivos.
Sin embargo, a pesar de las ventajas que ofrece este tipo de comunicación, también surgen desafíos significativos. En primer lugar, la inmediatez de la información puede ser tanto una bendición como una maldición. Mientras que los aficionados pueden sentirse más conectados que nunca a su equipo, la saturación de contenido puede ser abrumadora. La constante actualización de redes sociales genera un flujo interminable de datos que los seguidores deben procesar constantemente, lo que puede llevar a una sensación de sobrecarga informativa. En el contexto de los partidos, la velocidad con la que se difunden las noticias sobre jugadas, goles y decisiones arbitrales puede reducir la experiencia de anticipación y disfrute, transformando lo que antes era un momento de suspenso en una cascada de actualizaciones. Esta rapidez en la distribución de la información puede transformar la naturaleza misma del evento deportivo, impulsando a los aficionados a centrarse más en el consumo de contenido en tiempo real que en el acto de disfrutar del juego como tal.
Además, la facilidad con la que los clubes y competiciones comunican sus mensajes a través de las redes sociales plantea importantes cuestiones sobre la autenticidad de la información que circula. Aunque las redes sociales ofrecen una plataforma ideal para que los clubes compartan directamente con sus seguidores, también los convierten en curadores de su propia narrativa. Los equipos pueden elegir qué mensajes transmitir, omitir ciertos aspectos y, en algunos casos, manipular la información para mantener una imagen positiva ante su público. Esto plantea interrogantes sobre la transparencia y la responsabilidad de los clubes al momento de interactuar con los aficionados. A veces, la comunicación de los equipos puede ser demasiado comercial, priorizando la imagen de marca sobre una conexión genuina con los seguidores. Esto puede dar lugar a una sensación de manipulación en la que la comunicación se convierte más en una estrategia de marketing que en una interacción genuina entre equipo y afición.

A lo largo de los años, este tipo de comunicación directa también ha cambiado la manera en que se gestan y se viven las rivalidades deportivas. Las redes sociales, al permitir la creación de comunidades virtuales, han amplificado las interacciones entre los aficionados, tanto positivas como negativas. Por un lado, los seguidores pueden construir un sentido de pertenencia y camaradería con su equipo y entre sí, compartiendo momentos de gloria, celebraciones y apoyo incondicional. Por otro lado, las rivalidades entre equipos se han intensificado debido al alcance global de las plataformas. La posibilidad de interactuar directamente con seguidores de clubes rivales ha generado, en muchos casos, un espacio de confrontación y hostilidad. Los comentarios, que antes quedaban confinados a los estadios o a los bares, ahora se viralizan en internet, llevando las tensiones al plano digital. El anonimato que brindan las plataformas sociales también ha permitido que las expresiones de odio y agresión entre hinchas se multipliquen, transformando lo que deberían ser disputas deportivas sanas en conflictos más intensos.
Además, el comportamiento en línea de los aficionados puede tener consecuencias tanto dentro como fuera del campo. Los ataques a jugadores rivales, entrenadores e incluso árbitros se han vuelto cada vez más comunes, especialmente cuando se sienten que las redes sociales proporcionan una plataforma sin repercusiones directas. La creación de “cámaras de eco” en las redes sociales, donde los aficionados se agrupan con aquellos que comparten sus mismas opiniones, ha exacerbado este fenómeno. La homofilia digital, es decir, la tendencia de las personas a asociarse con aquellos que comparten sus mismos puntos de vista, refuerza estas polarizaciones. En lugar de fomentar el diálogo y el entendimiento, las redes sociales pueden contribuir a la división entre diferentes grupos de seguidores, eliminando la posibilidad de una discusión abierta y constructiva.

Otro aspecto negativo de la comunicación directa a través de las redes sociales es el impacto que tiene sobre el consumo de fútbol como entretenimiento. Al centrarse tanto en la cantidad de contenido y en la constante actualización de las redes, los aficionados pueden perder la capacidad de disfrutar del juego en su totalidad. El fútbol, como deporte, se caracteriza por su imprevisibilidad, sus momentos de emoción y el suspense de lo inesperado. Sin embargo, con la rápida distribución de información y las expectativas generadas por las redes sociales, el disfrute del partido puede verse empañado por la urgencia de consumir contenido en tiempo real. Este fenómeno pone en riesgo la capacidad de los aficionados para vivir el fútbol como un evento integral y no solo como una fuente constante de datos y opiniones.

Por último, las redes sociales también han permitido la creación de una cultura digital donde la comunicación sobre el fútbol se ha desmaterializado. Los aficionados ya no se limitan a disfrutar del fútbol en los estadios o frente a la televisión; ahora lo experimentan a través de múltiples dispositivos, desde sus teléfonos móviles hasta sus computadoras portátiles. Esta desmaterialización de la experiencia deportiva plantea desafíos sobre el futuro del consumo de fútbol. ¿Es posible que el deporte en vivo, con toda su interacción física y emocional, sea reemplazado por una experiencia digital cada vez más saturada? Si bien la digitalización ha democratizado el acceso a la información y la participación en el fútbol, también ha transformado la manera en que los aficionados se relacionan con el deporte, lo que plantea preguntas sobre el equilibrio entre la tecnología y la experiencia humana en el fútbol contemporáneo.

Bibliografía 

  • Berne, E. (1964). Los juegos en que participamos: La psicología de la interacción humana. Editorial Herder.
  • Berne, E. (1972). Los guiones que vivimos: La psicología del comportamiento humano. Editorial Herder.
  • Buck-Morss, S. (1992). Hipersensibilidad y anestesia: La política de las emociones en la era global. Editorial Alianza.